miércoles, 16 de octubre de 2013

Cuentos para pensar

Cuentos para pensar
Jorge Bucay

En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.
Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena.
- ¿Que tal anciano? La paz sea contigo.
- Contigo -contestó Eliahu sin dejar su tarea.
- ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?
- Siembro -contestó el viejo.
- Qué siembras aquí, Eliahu?
- Dátiles -respondió Eliahu mientras señalaba a su alrededor el palmar.
-¡Dátiles!! -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez.
-El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.
- No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...
- Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?
- No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado... pero eso, ¿qué importa?
- Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos.
Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojala vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.
-Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.
- Me has dado una gran lección, Eliahu, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste - y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.
- Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.
- Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.
-Y a veces pasa esto -siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas-: sembré para no cosechar y antes de terminar de sembrar ya coseché no solo una, sino dos veces.
-Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte...

UN TESORO

Un campesino estaba haciendo un pozo en su campo. Cuando llevaba horas cavando con su pala, encontró un cofre enterrado. Al abrirlo vio lo que nunca había visto en su vida: un fabuloso tesoro; estaba lleno de diamantes, monedas de oro, joyas bellísimas, collares de perlas, esmeraldas, zafiros y un sin fin de objetos.

Pasado el primer momento de sorpresa, el campesino se quedó mirando el cofre. Viendo las riquezas que contenía pensó que era un regalo que Dios le había hecho. Pero aquello no podía ser para él solo. Así que decidió compartirlo con los demás. Tomó el camino hacia el pueblo y siempre se cruzaba con alguien que tenía algún problema y él los ayudaba con lo que tenía.

Fueron tantos que en un momento pensó: ¿qué va a pasar conmigo? a este paso me voy a quedar sin nada, y la duda de su buena fe invadió su corazón.

Sin embargo, Dios le dio una respuesta: Yo puse el tesoro en tus manos, ¿por qué estás preocupado? ¿Acaso no tendré cuidado de ti también, te desampararé?. Las personas a las que ayudaste me pidieron ayuda primero a mí, yo sabía de su necesidad y te elegí a ti para suplirla porque conozco tu buen corazón, te usé para cumplir mi propósito.

El verdadero tesoro que cada uno tiene no es lo material, las posesiones o logros, hay algo más importante: Dios, Él es quien pone en cada uno: amor, compasión, talentos, habilidades, dones, etc. y éstos, no se pueden quedar sólo para nuestro deleite, si no, lo tenemos que compartir con los necesitados.

La relación íntima con Dios activa el amor hacia los demás. Somos canal de bendición, no nos quedemos con el tesoro porque hay alguien necesitado que nos está esperando.

EL LOCO- Las Mascaras que Usamos

Anoche... en el Festival Internacional de las Artes Coahuila, en la Presentación del ensamble de ballet y opera de China que me tocó Conducir, me encantó el Baile de las mil Mascaras... Y recordé esta reflexión. Sobre las Mascaras que Usamos Diariamente..
Saludos amigos, Excelente dia!!

EL LOCO 



Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:

Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si, las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:

-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!

Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:

-¡Miren! ¡Es un loco!

Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:

-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!

Así fue que me convertí en un loco.

Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.

Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón